domingo, 27 de octubre de 2013

SER DOCENTE (III) Miguel Ángel Santos Guerra



5.  SER DOCENTE ES SER INMORTAL

Porque su tarea no tiene fin. “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere”, dice Rubem Alves en su precioso libro “La alegría de enseñar”.

Porque el docente cosecha frutos en sementeras inmediatas y lejanas: frutos de aprendizaje, de gratitud, de imitación, de felicitación, de emociones.

Basten, para mostrarlo y demostrarlo, tres botones de muestra:

Primer botón: El 19 de enero de 1824 ,estando en la cumbre de su gloria, Simón Bolívar le escribió desde Pativilca (Perú)  una carta a su antiguo maestro. En ella reconoced que fue precisamente ese maestro que sembró en su corazón los anhelos y el compromiso por la libertad y la justicia, quien espoleó su corazón para lo grande y lo sacó de una vida frívola y sin sentido. Dice en esa carta:
“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado en una de las playas de Europa. No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que nos ha dado.: no he podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado”.

Segundo botón:  Albert Camus que, cuando niño,  vivió en Argelia una vida de trabajos y pobreza y que gracias a su esfuerzo y su talento consiguió el Premio Nobel de Literatura, quiso reconocer en una famosa carta que todo se lo debía a un maestro especial, el señor Germain. Dice en la carta:
“Esperé que se apagara un poco el ruido que ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón.  He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted.  Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generosos que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.

En su novela póstuma titulada “El primer hombre”, Camus quiso inmortalizar el recuerdo de su maestro y escribió unas bellísimas páginas en las que recuerda la increíble y gozosa aventura que eran las clases del señor Germain. Escribe Camus:

“: Después venía la clase. Con el señor Germain era siempre interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo… En la clase del señor Germain, por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más especial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un poco como se ceba a un ganso. En las clases del señor Germain sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se les juzgaba dignos de descubrir el mundo”.

Tercer botón: Frei Betto, miembro del primer Gabinete del Presidente de Brasil Lula da Silva, escribió una carta al fallecido Paulo Freire, antiguo profesor de Lula. Dice en ella::

“Fueron sus ideas, profesor, las que permitieron a Lula, el metalúrgico, llegar al Gobierno. Esto no había sucedido  antes en la historia de Brasil y, quizás, en el mundo, excepto por la vía revolucionaria.. Hablo de la elección a Presidente de la República de un hombre que venía de la miseria, que enfrentó, como líder sindical, una dictadura militar y fundó un partido de izquierda en una nación donde la política pública siempre fue negocio privado de la élite…”.

Y añade:

“Pero su pedagogía, profesor, permitió que los pobres se volvieran sujetos políticos. Hasta entonces, el protagonismo de los pobres tendía al corporativismo o no pasaba de revueltas desprovistas de un proyecto político inclusivo. De ese modo, ellos sólo aparecían como figuras de retórica en el vocabulario de la izquierda… Por ese nuevo Brasil, muchas gracias, profesor Paulo Freire.

Hay una calle en la ciudad de Puerto Lápice que está dedicada a los maestros. A todos los maestros, A todas las maestras. Los que hoy son. Los que han sido. Los que serán. Es la CALLE DE TODOS LOS MAESTROS. En cada una de las ciudades del mundo, en el seno de cada familia (y en cada corazón de los ciudadanos y ciudadanas) debería figurar esta hermosa inscripción: A TODOS LOS MAESTROS. Ellos y ellas son el verdadero ejército de salvación de la humanidad. Un ejército pacífico, abnegado y silencioso. ¿Qué sería del mundo sin los docentes?

Miguel Ángel Santos Guerra



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