El gran magistrado Pericles,
cuya personalidad marcó todo el siglo V antes de Cristo, hasta el punto de
conocerse a éste como Siglo de Pericles, entendió de forma cabal la misión del
maestro como forjador de la personalidad y la conciencia de los pueblos.
En cierta ocasión, mandó
reunir a todos los genios y artistas que habían contribuido a engrandecer
Atenas. Fueron llegando los arquitectos, loas ingenieros, los escultores, los
guerreros que defendieron la ciudad, los filósofos que propusieron nuevos
sentidos a la vida… Estaban todos allí, desde el matemático que descubría en el
número el sentido helénico de la exactitud hasta el astrónomo que se asomaba al
universo para contemplar la armonía de las estrellas. Pericles cayó en la
cuenta de una ausencia notable: faltaban los pedagogos, personas muy modestas
que se encargaban de llevar a los niños por el camino del aprendizaje.
-
¿Dónde están los pedagogos Preguntó Pericles. No los
veo por ninguna parte. Vayan a buscarlos.
Cuando, por fin, llegaron
los pedagogos, habló Pericles:
- Aquí se encontraban los
que, con su esfuerzo, embellecen y protegen a la ciudad. Pero faltaban ustedes,
que tienen la misión más importante y elevada de todas: la de transformar y
embellecer el alma de los atenienses.
1. SER DOCENTE ES DIFÍCIL
Porque, inmerso en la
cultura neoliberal donde prevalecen el
individualismo, la competitividad, el eficientismo y el consumo, el docente se
dedica a cultivar la solidaridad, el saber, el respeto, la dignidad y la compasión
con los más débiles.
Porque trabaja en contextos
adversos proponiendo modelos por la vía de la argumentación que otros
combaten con modelos presentados por la
vía de la seducción.
Porque desarrolla una tarea
de enorme dificultad como es hacer amar el conocimiento en una sociedad
obsesiona con el dinero, el poder, el placer y la fama.
Porque la presión social es
cada día mayor, esperándose de él y exigiéndole incluso, que responda a todas
las necesidades de formación: para la paz, para el consumo, para la imagen, para
la seguridad vial, para la convivencia, para el medio ambiente, para los
valores…Con parecida formación y por el mismo sueldo.
Porque frente a
especuladores, demagogos, mercaderes y tiranos, el docente está del lado de la
verdad, del amor y de la libertad.
Porque su tarea es cada día
más compleja ya que los alumnos y alumnas tienen distractores muy potentes en
los medios de comunicación, en internet,
en la calle, en la discoteca, en las drogas, en el alcohol, en la delincuencia, en los
viajes……
Porque a veces tienen que
tratar de enseñar a quienes de ninguna manera desean aprender ni dejar, a
cualquier precio, que otros aprendan.
Porque, en la era digital,
tienen que tener en cuenta que el conicimiento está fragmentado y disperso en
múlptiples sitios.
Porque algunas familias
entienden que el deber de los docentes, es hacer toda la tarea que ellas no
pueden, o no saben, o no quieren hacer en las casas.
Porque algunos padres y
madres han perdido el rumbo y se han convertido en jueces, policías, espías o en
verdugos de los docentes.
2. SER DOCENTE ES COMPELJO
Porque su tarea es
enormemente paradójica, ya que consiste en
ayudar a que otros aprendan por sí mismos a pensar y a convivir. De que
sean aprendices crónicos y autónomos. Dice Holderlin que los educadores forman a sus educandos como los océanos forman a los
continentes: retirándose.
Porque en la sociedad de la
información, en la que todo el mundo sabe que quien tiene información tiene
poder, ellos y ellas se dedican a
compartir generosamente el conocimiento que poseen.
Porque para realizar esa
compleja y sublime misión, la más delicada que se le ha encomendado al ser
humano en la historia, recibe una preparación breve, retórica, y masificada.
Porque trabajan en
instituciones cada día más complejas en las que existe disputa ideológica,
presión social, regulación asfixiante y espacios incongruentes. “Los profesores son personas encantadoras
que trabajan en lugares horribles”, dice Popkewitz.
Porque su excelsa profesión
no está suficientemente valorada por los agentes sociales y por la ciudadanía
en general. “Aquí el que sabe hace y el
que no sabe enseña”, decía Bernard Show.
Escribe Manuel Rivas: “Mucha gente todavía considera que los
maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizá por la
idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perfecta. Pero si
a mí me dan a escoger entre una expedición “Al filo de lo imposible” y un
jardín de infancia, lo tengo claro. Me voy al Everest por el lado más duro. Ser
enseñante no solamente requiere una cualificación académica. Un buen profesor o
maestro tiene que tener el carisma del Presidente del Gobierno, lo que
ciertamente está a su alcance; la autoridad de un conserje, lo que ya resulta
más difícil y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un disc
jockey, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante
de la Kfor. Conozco
a una profesora que sólo desarmó a sus alumnos cuando demostró tener unos
conocimientos futbolísticos inusuales, lo que le permitió abordar con éxito la
evolución de las especies”.
Porque cada curso van
sumando un año mientras sus alumnos y alumnas se mantienen en la misma edad que
siempre han tenido, debiendo superar desajustes generacionales problemáticos.
Porque cada año, después de
aprender a querer a sus alumnos y a ser querido por ellos, debe separarse de
todos para empezar de nuevo el proceso de la conquista afectiva de otro grupo
diferente.
Porque los conocimientos se
multiplican vertiginosamente y él tiene el deber de estar al día o, incluso, en
el día de mañana.
Continuará...
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