5. SER DOCENTE ES SER INMORTAL
Porque su tarea no tiene
fin. “Enseñar es un ejercicio de
inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos
aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el
profesor nunca muere”, dice Rubem Alves en su precioso libro “La alegría de
enseñar”.
Porque el docente cosecha
frutos en sementeras inmediatas y lejanas: frutos de aprendizaje, de gratitud,
de imitación, de felicitación, de emociones.
Basten, para mostrarlo y
demostrarlo, tres botones de muestra:
Primer
botón: El 19 de enero de 1824 ,estando en la cumbre de su gloria, Simón
Bolívar le escribió desde Pativilca (Perú)
una carta a su antiguo maestro. En ella reconoced que fue precisamente
ese maestro que sembró en su corazón los anhelos y el compromiso por la
libertad y la justicia, quien espoleó su corazón para lo grande y lo sacó de
una vida frívola y sin sentido. Dice en esa carta:
“Usted
formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo
hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto,
aunque sentado en una de las playas de Europa. No puede usted figurarse cuán
hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que nos ha dado.: no he
podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha
regalado”.
Segundo
botón: Albert Camus que, cuando
niño, vivió en Argelia una vida de
trabajos y pobreza y que gracias a su esfuerzo y su talento consiguió el Premio
Nobel de Literatura, quiso reconocer en una famosa carta que todo se lo debía a
un maestro especial, el señor Germain. Dice en la carta:
“Esperé
que se apagara un poco el ruido que ha rodeado todos estos días antes de
hablarle de todo corazón. He recibido un
honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero, cuando supe la
noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió
al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada
de todo esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo.
Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue
siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón
generosos que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños
escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.
En su novela póstuma
titulada “El primer hombre”, Camus quiso inmortalizar el recuerdo de su maestro
y escribió unas bellísimas páginas en las que recuerda la increíble y gozosa
aventura que eran las clases del señor Germain. Escribe Camus:
“:
Después venía la clase. Con el señor Germain era siempre interesante por la
sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo… En la clase del
señor Germain, por lo menos, la escuela alimentaba en ellos un hambre más
especial todavía para el niño que para el hombre, que es el hambre de
descubrir. En las otras clases les enseñaban sin duda muchas cosas, pero un
poco como se ceba a un ganso. En las clases del señor Germain sentían por
primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se les
juzgaba dignos de descubrir el mundo”.
Tercer
botón: Frei Betto, miembro del primer Gabinete del Presidente de Brasil Lula
da Silva, escribió una carta al fallecido Paulo Freire, antiguo profesor de
Lula. Dice en ella::
“Fueron
sus ideas, profesor, las que permitieron a Lula, el metalúrgico, llegar al
Gobierno. Esto no había sucedido antes
en la historia de Brasil y, quizás, en el mundo, excepto por la vía
revolucionaria.. Hablo de la elección a Presidente de la República de un hombre
que venía de la miseria, que enfrentó, como líder sindical, una dictadura
militar y fundó un partido de izquierda en una nación donde la política pública
siempre fue negocio privado de la élite…”.
Y añade:
“Pero
su pedagogía, profesor, permitió que los pobres se volvieran sujetos políticos.
Hasta entonces, el protagonismo de los pobres tendía al corporativismo o no
pasaba de revueltas desprovistas de un proyecto político inclusivo. De ese
modo, ellos sólo aparecían como figuras de retórica en el vocabulario de la
izquierda… Por ese nuevo Brasil, muchas gracias, profesor Paulo Freire.
Hay una calle en la ciudad
de Puerto Lápice que está dedicada a los maestros. A todos los maestros, A
todas las maestras. Los que hoy son. Los que han sido. Los que serán. Es la
CALLE DE TODOS LOS MAESTROS. En cada una de las ciudades del mundo, en el seno
de cada familia (y en cada corazón de los ciudadanos y ciudadanas) debería
figurar esta hermosa inscripción: A TODOS LOS MAESTROS. Ellos y ellas son el
verdadero ejército de salvación de la humanidad. Un ejército pacífico, abnegado
y silencioso. ¿Qué sería del mundo sin los docentes?
Miguel
Ángel Santos Guerra
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